sábado, 5 de diciembre de 2020

INFANCIA Y DESTINO

 


INFANCIA Y DESTINO

Joaquín Córdova Rivas

 

¿Qué recordarán nuestros niños cuando sean adultos, cómo impactará su comportamiento la calidad de vida que tienen hoy? UNICEF México presentó su informe anual correspondiente al 2019 y los datos son importantes para entender este presente que se volvió, repentinamente, más complicado, y un futuro que creció en incertidumbre, en el no saber hacia dónde vamos en el corto plazo. Esa instancia de la Naciones Unidas especializada en la infancia y adolescencia recopila cifras obtenidas en distintos estudios enfocados en esa etapa definitoria de la vida de cualquier ser humano.

 

En nuestro país hay «39.8 millones de niños y adolescentes —12.7 millones son menores de entre 0 y 6 años—, de ellos, el 49.6 por ciento vive en situación de pobreza; el 80 por ciento de los niños en 6º de primaria no alcanzan los aprendizajes esperados para su nivel educativo; 63 por ciento de niños entre 1 y 14 años han sufrido algún tipo de violencia en el hogar —4 de cada 10 probables violaciones sexuales sucedieron en sus entornos más cercanos y cotidianos—; 35.6 por ciento de entre 5 y 11 años padecen sobrepeso y obesidad.» Informe Anual 2019 | UNICEF

 

Para dimensionar el “éxito” de las políticas públicas según nuestras —a veces maquilladas cifras oficiales— muestran que: «La pobreza infantil en México sólo disminuyó 0.8 puntos porcentuales del 2008 al 2016.»

 

Además del panorama general, UNICEF informa de las acciones realizadas para orientar la acción y aportaciones de 59 mil socios mexicanos, para una revisión completa sugerimos remitirse al informe, por ahora nos centraremos en los datos duros, esos que demuestran que nuestros niños y adolescentes podrían vivir mejor, disfrutar plenamente de esta etapa de su vida, y en muchos casos no lo están haciendo por factores fuera de su alcance y voluntad.

 

La pobreza, la mala alimentación, las carencias graves se revelan en que «18 por ciento de los niños menores de 5 años no tienen un adecuado nivel de desarrollo.» Y aun así niños de otros lugares cruzan nuestro territorio buscando una vida mejor: «En 2019, se detectaron 51,999 niñas, niños y adolescentes migrantes, de los cuales 23 por ciento viajaban solos.»

 

Y solo se consideran datos oficiales, faltaría saber de cuánto es el subregistro de esos niños y adolescentes migrantes, de lo que se sabe: «51, 999 niñas, niños y adolescentes extranjeros registrados en las estaciones del Instituto Nacional de Migración; 94% —48,607 — eran niños, niñas y adolescentes de Centroamérica; 23% eran adolescentes que viajaban solos. Procedían de: 31.2% Guatemala, 47.2% Honduras, 13.2% El Salvador.»

 

De allí la necesidad de actualizar algunos de los preceptos legales para enfrentar esos y otros retos. La propuesta de nueva Constitución, de la que escribimos la semana pasada en este espacio, establece que: «Artículo 58. Concepto de familia. Familia es el grupo de personas que tienen una identidad compartida debida al parentesco consanguíneo o voluntario, cuyos lazos afectivos son intensos y la estabilidad y bienestar emocional de cada uno es atendido por el grupo, por lo que se apoyan mutuamente, comprenden las situaciones que cada quien vive y realizan acciones solidarias entre sí. La familia es el ámbito propio de las relaciones de pareja, padres-hijos y entre hermanos, sin menoscabo de otras relaciones familiares. Los infantes y adolescentes tienen prioridad para ser atendidos, educados y respaldados moral, afectiva y económicamente, para su participación social sana.»

 

No es magia, es educación. Ser padres o tutores requiere de conocimiento, de practicar y ser ejemplo en valores convenientes para la persona y la colectividad: «Artículo 63. Educación de padres, madres y tutores. Los padres y la comunidad deben ser absolutamente respetuosos de la integridad corporal y psicológica de los niños, evitando someterlos a castigos, manipulaciones psicológicas y/o dejar de brindarles atención y cuidados necesarios. El establecimiento de derechos, obligaciones y límites en los niños y adolescentes debe realizarse afectivamente, con base en los valores y principios de esta Constitución, dando razones y poniendo el ejemplo. Quienes tengan hijos menores de 15 años tienen el derecho y el deber de acudir a los talleres de las Escuelas para padres, madres y tutores programados e impartidos en las instituciones de educación básica, siendo obligatorio para quienes tengan hijos inscritos en la escuela respectiva. Las instituciones y las empresas deben facilitar la participación de los trabajadores en dichos talleres. Artículo 64. Organización y convivencia familiar. Es necesario que los integrantes de la familia tengan tiempo suficiente para la convivencia, por lo que no debe haber excesos frecuentes de horas laborales o escolares.»

 

En fin, la situación de nuestra infancia y adolescencia refleja fielmente esa crisis dentro de la crisis de un sistema político y económico insostenible, ese que se trata de cambiar, con múltiples resistencias de sus escasos pero poderosos beneficiarios, en el tiempo más corto posible. La polarización social no es nueva, está anclada en las desigualdades sociales, en las corrupciones e impunidades de unos cuantos a costa de los muchos otros. No es de discurso, es de hechos, es de injusticias generacionales, es de valores contrapuestos. Y los pagamos desde la infancia.

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