PARIDADES
Joaquín Córdova Rivas
Ser mujer en un país de machos
—¿habrá alguno que no lo sea? — es remar a contracorriente todos los días y en
todos los espacios. A veces se llega a ignorar que lo hasta ahora logrado tiene
historia, se toma como algo “natural” y que no hay que investigar para seguir
avanzando.
Y entonces parece que la historia se
repite. Ahora que los partidos políticos quieren simular —otra vez— que cumplen
con la paridad de género para determinar sus candidaturas, les molesta que la
autoridad electoral sea más específica y les cierre el paso a algunas de sus
mañas.
Aunque parece que fue ayer, a
mediados de la década de los 90 del siglo pasado, el PRD queretano —muy
diferente al de hoy— presentó como iniciativa dentro del proceso de reforma
electoral, la propuesta de la paridad de género en las candidaturas en el
estado. La propuesta no tenía mucho futuro a pesar de que se incluyó en un foro
de consulta realizado en la sede del Consejo Electoral. La anécdota ya la conté
en este espacio hace algunos ayeres. Picado por la curiosidad acudí a dicho
foro con la sorpresa de que no había nadie de dicho partido que la presentara y
la defendiera. El público era mayoritariamente femenino, recuerdo a
sindicalistas del IMSS y de TELMEX que tampoco estaban muy convencidas con eso
de las “cuotas” de género para los cargos de elección popular. Así que, con la
pena, como “asesor” del PRD para esa reforma, tuve que presentarla, explicarla
y defenderla. En ese grado de incredulidad y convencimiento estábamos, un macho
impulsando un punto clave de la agenda feminista.
Las feministas de aquella época no
estaban de acuerdo con las “cuotas”, creían, con algo de razón, que era una
concesión meramente numérica y que no atendía al mérito y capacidad de las mujeres
para ocupar cargos de elección popular. Era como despreciarlas. Ante la
improvisación el argumento tuvo que ser muy sencillo. Primero, la población se
divide por mitad entre ambos géneros, las listas de electores también. Segundo,
hay una sobrerrepresentación de hombres en todas las candidaturas, en todos los
cargos de elección popular, por la simple razón de que las directivas de los
partidos políticos han estado históricamente conformadas por hombres. Tercero,
si no hay legislación que obligue a los partidos a tomar en cuenta esa paridad
poblacional, a estos no les va a interesar establecer mecanismos internos de
capacitación y representación igualitaria, así que, no existía un piso parejo
para que las mujeres pudieran exigir se les reconociera su capacidad,
experiencia y mérito. Cuarto, la propuesta no estaba destinada únicamente para
las mujeres, puesto que vislumbrábamos un futuro donde los hombres tuviéramos
que invocar esa paridad ante el avance de las contrapartes femeninas.
Quedaba claro que no era un asunto
de “cuotas” sino de equidad, de romper con esquemas que el machismo imperante
en la sociedad y en los partidos consideran “naturales” —algunas y algunos
todavía se resisten, según les convenga—.
El empujón vino de la reforma
federal, donde también avanzó esa propuesta y no hubo pretexto para no
incluirla en la ley electoral estatal.
Ya sabemos que los partidos
políticos son un costal de mañas, a la paridad respondieron registrando a
mujeres a puestos de elección que sabían que no ganarían, solo para cumplir el
requisito. Se trabajó contra eso y respondieron con las “juanitas”: candidatas
femeninas ganadoras que “misteriosamente” renunciaban para que su suplente
masculino asumiera el cargo. El escándalo fue monumental, pero lo siguen haciendo
cada que pueden. O simulaban cumplir “repartiendo” las candidaturas de menor
importancia para cada fuerza política o, en el peor de los casos, postulando a
mujeres que piensan y se comportan igual o peor que sus compas masculinos. Como
ejemplo está nuestra actual legislatura.
Esos avances se dieron gracias a las
luchas de las feministas que evidenciaron las desigualdades de género, esas que
fundaban revistas, que se abrieron campo y participaron en cuanto espacio
radiofónico o televisivo lograban, con argumentos, con propuestas concretas y
con iniciativas de ley. Esas que ahora son despreciadas —paleofeministas les
llaman— por grupos que desdeñan lo alcanzado con mucho esfuerzo y en
condiciones más difíciles que las actuales. Para una revisión pormenorizada, no
única, vale la pena releer la revista fem: https://archivos-feministas.cieg.unam.mx/publicaciones/fem.html
Por ejemplo, en su revista 155 del
año de 1996, Anna M. Fernández Poncela escribía: “La vida política está
configurada en función de los hombres, desde los temas a los horarios, pasando
por el estilo de trabajo, hegemonizada por un modelo androcéntrico. Hay que
preguntarse también, qué significa hacer política desde las mujeres, esto es,
desde construir un concepto no sexista de la misma, hasta la inclusión de la
experiencia de los cotidiano y lo doméstico, ampliando y complejizando su campo
semántico... En el nivel de la práctica política, la actuación pasa por el
establecimiento de “estrategias afirmativas”, para fomentar la presencia
política de las mujeres, tanto en su participación electoral como en el acceso
a cargos altos con poder de decisión; pero y sobre todo, más que el incremento
numérico de éstas lo importante es que los temas, los intereses y las
necesidades de las mujeres sean asumidos por la sociedad en su conjunto e
incluidos en la agenda política del país. Porque como ya se ha visto, ser mujer
no garantiza tener conciencia de género y las mujeres pueden reproducir el
modelo cultural dominante”.
Ahora, la autoridad electoral, viendo las mañas de los
partidos, impone nuevas reglas que no se quieren acatar. Dania Ravel escribe el
18 de noviembre: “Exigir la paridad en las
postulaciones garantiza la participación real y efectiva de las mujeres, así
como su inclusión en la vida pública del país. Esto toma relevancia, sobre todo
si queremos consolidar una democracia igualitaria, incluyente, libre de
discriminación y violencia. No debe seguirse postergando la incorporación
efectiva de las mujeres en espacios de toma de decisiones. El Consejo General
del Instituto Nacional Electoral (INE) tiene la facultad de emitir criterios
para materializar dicho principio constitucional en las postulaciones a
gubernaturas, donde las mujeres han tenido ínfimos niveles de participación.
Debido a ello, el pasado 6 de noviembre, aprobamos un acuerdo a través del cual
emitimos directrices para la implementación y cumplimiento del principio de
paridad de género en cargos tan políticamente relevantes como lo son los
gobiernos estatales. Entre ellas, se estableció que en las próximas elecciones
los partidos políticos tendrán que asignar mujeres en al menos 7 de las 15
candidaturas para las titularidades de los poderes ejecutivos locales.” https://centralelectoral.ine.mx/2020/11/18/el-espiritu-de-la-paridad-articulo-de-dania-ravel-publicado-en-el-heraldo-de-mexico/
Hasta parece que nos estamos regresando más de treinta años
en la vida política de este país, y todo por no saber.
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