SENTIDO COMÚN A LA MEDIDA
Joaquín
Córdova Rivas
No
todos son iguales ni pesan lo mismo. Entre los 650 firmantes del desplegado que
alertan sobre “amenazas” a la libertad de expresión y a la democracia, como si
antes hubiéramos vivido en el paraíso de la libertad y la democracia, hay de
todo; muchos respetables en sus respectivos campos, otros, verdaderas lacras
que se llenan la boca de decencia mientras colaboran en crear espacios de odio.
Por
décadas algunos fueron nuestros guías, eran lo que opinaban sin tener a nadie
enfrente que los contradijera, los que parecían, y algunos lo fueron en alguna
etapa de su vida, los inconformes y críticos del sistema. Los leíamos, los
consultábamos, los ad-mirábamos en los numerosos espacios escritos,
radiofónicos o televisivos; algunos se convirtieron en marcas registradas y se
enriquecieron sin pudor alguno. Nada que objetar, parecía justa recompensa a su
intelecto y valentía.
Siempre
hay un pero. Con el tiempo comenzamos a ver que esa pretendida y comedida
denuncia, que ese arrojo que llegaba en ocasiones hasta la burla abierta estaba
siendo dosificada. Ahora conocemos de las carretadas de dinero público que
sirvió para inflar sus tirajes, sus audiencias, sus falsas democracias con o
sin adjetivos. Ni siquiera había necesidad de amenazarlos, bastaba hacerlos
experimentar la gloria de ser los consentidos del sistema y después obligarlos
a tomar un baño de realidad para que regresaran al redil y hasta vendieran su
opinión y conciencia.
Ellos,
los que en realidad pesan y promovieron el desplegado, nos decían qué era la
democracia, qué era la libertad de expresión de la que ellos eran muestra, qué
podíamos esperar del futuro: conformarnos con lo que había porque no había de
otra. Moldearon la neoliberalismo mexicano a su imagen y semejanza, y se los
creímos.
«Por
ejemplo, en un artículo para Reforma, el historiador de derecha, Enrique
Krauze, se unió al linchamiento mediático de las protestas del cnte. A su modo
de ver —ya que en agosto de 2013 el sindicato bloqueó el aeropuerto y las
arterias principales de
la
Ciudad de México—, “abusaron de su derecho constitucional de manifestarse
libremente” porque sus protestas afectaron a los habitantes de la ciudad y el
sindicato actuó como “si representaran no sólo a su gremio sino a todo el
país”. En este sentido,
la represión masiva y encarcelamiento de manifestantes es justificada y apoyada por la ciudadanía. La falta de apoyo y hasta el linchamiento mediático del sindicato de maestros podría plantearse como una guerra de clases. En resumen, la experiencia neoliberal de México es un ejemplo de lo que resulta cuando las formas de poder, instituciones, materiales y sensibilidades neoliberales operan en la economía política permitiendo a las empresas transnacionales y corporaciones controlar la salud, vivienda, alimentación, energía, recursos naturales, modos de producción y formas de vida. De esta misma manera, el neoliberalismo ha creado instancias de dependencia perjudiciales al Estado y a las corporaciones, los cuales a su vez, florecen en niveles sin precedentes de marginalización, violencia, explotación, desplazamiento, despojo, pobreza y muerte.» Irmgard Emmelhainz.
La tiranía del sentido común. La reconversión neoliberal de México. Paradiso editores (México). 2016. Colección Continente Negro.
Siguen
utilizando los mismos mecanismos para el control social, ahora nos alertan para
que tengamos “miedo” por la pérdida de la democracia y de la amenaza a la libertad
de expresión. ¿De qué están hablando? Emmelhainz —en el 2016— plantea algunas
hipótesis:
«Lo
que nos preocupa son la incertidumbre y el miedo, el ambiente que
respiramos y que es administrado por el gobierno. Si antes el miedo era un
fenómeno relacionado con eventos específicos, hoy en día, todo el mundo está
constantemente lleno de pánico y ansiedad. En este contexto, al tiempo que
impone una realidad atemorizante a través de los medios de comunicación y la
producción cultural —lo sensible—, el gobierno asegura ser capaz de
salvaguardar la seguridad física de los ciudadanos al luchar contra el crimen
organizado (en realidad una excusa para militarizar el país y crear un estado
de excepción donde se ejerce la violencia de estado). Según Virilio, la
consecuencia de que impere un ambiente de miedo es que una “comunidad de emociones”
prevalezca sobre una “comunidad de intereses”, es decir, el miedo colectivo da
lugar a una comunidad de emociones sincronizadas pero con deseos e intereses
fuera de ritmo.»
Se
trata de reinstalar ese neoliberalismo de compinches en nuestra subjetividad,
en nuestra manera de ver las cosas y actuar frente a ellas.
«Entiendo
al neoliberalismo como la producción de sentido común basado en la
racionalidad del interés propio y el deseo, y que no sólo mantiene sino que
causa que las relaciones de poder (una red de control) proliferen. En otras
palabras, considero al neoliberalismo como una sensibilidad que trabaja los
deseos más íntimos, colonizando nuestros sueños, canibalizando nuestros ideales
de libertad y regurgitándolos como estrategias de control social.»
No
se trata de 650 “intelectuales” —para diferenciarlos del resto de la chusma que
no pensamos, como ellos—, es apelar a una forma de pensar en la que estuvieron
trabajando durante mucho tiempo y que los instaló en el imaginario colectivo
como los intelectuales orgánicos que algunos fueron.
«Convirtiendo
en sentido común lo absurdo de la explotación extrema, la depredación sistémica
y la devastación medioambiental, la economía neoliberal ha transformado la
violencia en negocio cotidiano. La híper-estimulación nerviosa del cuerpo social
está produciendo un efecto de desensibilización que está haciendo que la gente
se acostumbre al horror cotidiano. ¿Cómo despertar de la pesadilla?»
Para
variar nos quedamos apenas en la superficie de un texto muy rico en ideas que
vale la pena leer completo, allí está la referencia, también se puede encontrar
en la web: https://www.academia.edu/37450512/Tirania_del_sentido_comu_n_la_reconversi%C3%B3n_neoliberal_de_m%C3%A9xico
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