sábado, 29 de septiembre de 2018

EMBROLLADOS

Joaquín Córdova Rivas En buen embrollo —“situación embarazosa, conflicto del cual no se sabe cómo salir” según la RAE— nos metimos. Eso de querer escribir sobre la cultura y la contracultura supone meterse en laberintos teóricos de difícil solución. Intentemos bajar del espacio teórico sideral y tomarnos el asunto más en lo terrenal, más leve sin dejar de ser serios. Recurramos primero a un autor autóctono, por aquello de que nos conocemos mejor y vivimos en el mismo contexto: José Agustín la define como “una serie de movimientos y expresiones culturales, usualmente juveniles, colectivos, que rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultura institucional.” Villarreal irá más lejos al afirmar que la contracultura es un cuestionamiento permanente: “la contracultura puede entenderse como aquello que se opone a toda forma de convención social o de conservadurismo, a todo lo establecido que permanece inmutable o incambiable.” Pero surgen una serie de problemas con lo anterior, ya que algunos estudiosos de este rollo aceptan la existencia de subculturas dentro de una cultura hegemónica, dominante, que se impone incluso apelando a la libertad y diversidad. Para no irnos muy lejos, supongamos que la diferencia propuesta por Fernando García Naharro de la Universidad Complutense de Madrid es acertada: «Las variantes subculturales pueden aceptar unos elementos y rechazar otros, su propuesta nunca supone “salirse del sistema”, mientras que en el código genético de la contracultura el rechazo frontal a lo instituido, la búsqueda del colapso normativo y la superación de las corrupciones de la cultura dominante constituyen la base de su proyecto.» https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4052246.pdf Por eso considerar a Sócrates como contracultural no sería adecuado, puesto que acepta las normas culturales que lo condenan a muerte, pero ¿qué pasa con movimientos como la antipsiquiatría, la pedagogía de Paulo Freire, la desescolarización de Iván Illich, la antipoesía de Nicanor Parra, el neozapatismo del EZLN, la llamada trova latinoamericana, el rock en español, el feminismo, el movimiento LGBT? Por mencionar unos cuantos. Hace poco escribí un texto llamado “se solicita trovador”, en referencia a que ha habido movimientos sociales amplios —¿contraculturales? — que nacieron como oposición al orden establecido pero que tuvieron al frente manifestaciones artísticas que lo cuestionaron y propusieron una forma nueva de pensarlo todo: el amor, la convivencia, la igualdad, la tolerancia, el ser ciudadano, todo lo que forma parte de nuestra subjetividad, que a final de cuentas es la que nos mueve o nos detiene. Chile con sus cantautores como Víctor Jara y sus colectivos musicales; Cuba con su trova y múltiples exponentes; lo mismo con cada país sumergido en la vorágine de los cambios sociales, a veces exitosos, muchas veces frustrados. https://bachomania.blogspot.com/2018/09/se-solicita-trovador.html ¿Radio Numancia es contracultural, esta revista? O formamos parte de esas subculturas que cuestionan, piden cambios, pero no buscan la destrucción de lo existente. ¿Ser contracultural es lo válido, lo valiente, o es condenarse a la permanente marginalidad? ¿Cuestionar desde dentro, ampliar los márgenes de tolerancia, promover la diversidad, escarbar por debajo de las apariencias, contribuir a la difusión de otras formas de mirar, de vivir, de amar no es igual de importante? Que cada quién consulte con el espejo y le pida consejos a la almohada, la conciencia lo agradecerá.

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