sábado, 22 de enero de 2011

SINSENTIDO


“Eleuterio Zamanillo Noriega, representante en Querétaro de la Secretaría de Educación Pública (SEP), reveló que estudiantes de secundaria y bachillerato reprueban exámenes porque no saben escribir o simplemente no comprenden las indicaciones o preguntas citadas en las pruebas de conocimiento.” Héctor Ayala/Diario de Querétaro 18 de enero de 2011.

La declaración anterior es importante, quien la hizo no es ningún improvisado, tiene muchos años en nuestro estado y conoce bien el sistema educativo local y nacional, que siendo fundamentalmente iguales tienen diferencias propias de su contexto histórico y social. Por eso es normal que provoque respuestas, algunas apuntarán a desacreditar lo dicho, otras a reprochar la falta de soluciones, las “automáticas” a querer negar lo expresado. Pero no se debe ni puede ignorar.

En una nota fechada al día siguiente de la primera, Salvador Castillo en www.magazinedequeretaro.com recoge la respuesta de la instancia local educativa: “Los estudiantes de nivel secundaria son los mejor evaluados a nivel nacional y figuran entre los primeros lugares en las materias de español y matemáticas”, manifestó el Coordinador General de USEBEQ, Jaime Escobedo Rodríguez, luego de las declaraciones del Delegado de la SEP en Querétaro, Eleuterio Zamanillo Noriega, señalando que los estudiantes de secundaria no tienen las capacidades suficientes de comprensión de textos, ni son capaces de plasmar con claridad sus ideas por escrito […]Jaime Escobedo, reviró contra el delegado y le hizo un llamado para que tuviera más cuidado con las declaraciones que emitía, pues afirmó, no se puede hablar de manera superficial, ni personal, de cuestiones tan delicadas como el desempeño académico de los estudiantes queretanos. Asimismo, el Coordinador de la USEBEQ, defendió el nivel magisterial de los docentes, declarando que el estado es uno de los que mayor presupuesto contempla para estímulos a profesores”. Si bien las aclaraciones son válidas, estas también requieren de algunos ajustes; primero se parte de una premisa falsa, el tener un presupuesto “mayor” al de otros estados para estímulos a profesores no garantiza la calidad de los mismos, por una razón muy simple, se premia la meritocracia, la asistencia a cursos, los diplomados, la obtención de grados, pero no el desempeño en el aula y el aprendizaje de los alumnos, a menos que se tome un indicador como ENLACE y se considere meritorio que haya otros estados con peores calificaciones, que es lo que se está haciendo. No se premian los buenos resultados, sino los menos malos. Segundo, se descarta la experiencia personal para hablar sobre esos temas, pero entonces ¿desde dónde comenzamos? Por cierto, hasta el momento de escribir este texto ningún funcionario del COBAQ o de las preparatorias de la UAQ ha dicho nada al respecto.

Meto mi cuchara y pongo en juego mi experiencia. Lo que ha visto y preocupa es que cada semestre se incrementa el número y porcentaje de reprobación en el nivel medio (preparatorias y bachilleratos); que si bien el aprendizaje, la comprensión y los hábitos de lectura y escritura de los adolescentes que logran entrar a ese nivel ya vienen determinados por los anteriores (preescolar, primaria y secundaria), quizás la última oportunidad para establecerlos o incrementarlos es el medio superior y allí se nota, cada vez más, lo que advierte el Dr. Zamanillo.

La respuesta de los docentes es decir que los alumnos son cada generación más flojos, que no les interesa su progreso académico, que están desmotivados, que las familias y los niveles anteriores no cumplen con su cometido, pero hay algo que estamos pasando por alto, que todo lo anterior puede tener como antecedente la impotencia. El querer aprender, querer comprender y no poder ninguna de las dos cosas. La impotencia que amarga el carácter, que destruye las buenas actitudes, que provoca rechazo, que vuelve inútil la atención y el esfuerzo cotidiano. ¿Para qué hacer tareas y trabajos que resultan incomprensibles? ¿Para qué poner atención a algo que no se entiende? ¿Para qué esforzarse por una calificación que no significa nada? La impotencia también se aprende y esa sí la enseñamos muy bien.

El gusto por ir a la escuela, cuando existe, está basado en el encuentro con los amigos, en la posibilidad de conseguir novi@, en el compartir las primeras adicciones –al tabaco y el alcohol para empezar, a las drogas duras y al sexo para terminar--, en el saber que hay otros igual de frustrados que uno, en el identificar al enemigo común: los profesores. En cada vez más pocos existe el gusto por comprender el mundo que nos rodea, por aprender lo que las generaciones anteriores han descubierto, por colaborar en el incremento de ese bagaje cultural y científico que hemos heredado, por encontrar las claves para disfrutar la vida. Los seres humanos, lo han dicho muchos y lo repitió Vargas Llosa en su discurso después de recibir el premio Nobel de literatura: “Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.” Pues vamos en sentido contrario y la única forma que muchos muchachos están encontrando para intentar escapar a esa supervivencia y a los “quehaceres embrutecedores” son las adicciones y sus amargas consecuencias que incluyen, a los efectos ya conocidos, las enfermedades tempranas y crónicas, los embarazos en niñas y adolescentes. No es solo un problema de rendimiento escolar, de reprobación o deserción, es el encontrarle sentido a la vida.

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