viernes, 27 de mayo de 2011

OTRO DÍA, OTRA SEMANA, OTRO MES

“…los maestros enfrentan su reto educativo con un enorme déficit del que hasta ahora nadie se hace cargo: ¿Cómo podrían despertar en los niños y jóvenes el interés por la cultura, el arte o la educación física cuando ellos mismos, en su mayoría, se mantienen lejos de esas dimensiones? ¿Cómo nivelar las asimetrías culturales de nuestros maestros? ¿Cómo pertrecharlos mejor para que logren la superación de niños y jóvenes en un país que apenas rebasa los ocho años de escolaridad como promedio?” Hugo Casanova, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“¿A poco no me va a dejar salir?” Casi cara a cara con el profesor de bachillerato que estaba ubicado en la entrada del salón, el estudiante de 18 años, más alto, retaba al maestro que le pedía permanecer dentro del salón de clases para que hiciera el intento por aprender algo, después, a manera de intimidación, vendría parte de la biografía del retador. Padre precoz a los 17 años por embarazar a la novia, firmante frecuente en las instancias de readaptación social por haber matado, en tumulto, a otro joven a golpes. Desencantado de la sociedad y de la vida, ansioso por vivir las etapas que se había saltado por la paternidad irresponsable, sólo acierta a culpar a los demás y hacerse ver como víctima, quizás tenga algo o mucho de razón, mientras, se convierte en victimario de “los que no lo comprenden”.

“Para los docentes, los valores en los jóvenes están a la deriva: 72.1 por ciento cree que se debilita el sentido de justicia en este sector de la población, 72.4 considera que disminuye la responsabilidad, 71.7 opina lo mismo sobre la honestidad y 73.1 apunta que el respeto hacia los demás va en franco deterioro.” Karina Avilés, La Jornada 15 de Mayo 2011. El diagnóstico es certero, las cosas se notan más estando metidos varias horas al día con grupos numerosos de niños o jóvenes que cargan con sus problemas de todo tipo. Para un maestro frente a grupo el gusto por la enseñanza es cada vez más difícil de mantener, los grupos son más difíciles de controlar en el aspecto disciplinario; el conocimiento de cada alumno, de sus capacidades y necesidades se vuelve casi imposible, no hay tiempo ni energía para tanto y para tantos; se multiplica la cantidad de decisiones críticas que hay que tomar en fracciones de segundo, el estrés se vuelve agotador. De un momento a otro las condiciones cambian, igual que la población escolar. Como la alumna con uno de los mejores promedios de su generación, con buen comportamiento fuera y dentro de la escuela, que se harta de que nadie note su esfuerzo, ni sus padres en su casa, ni sus compañeros en la escuela, que decide, repentinamente, convertirse en la pesadilla de todos los demás, esconder mochilas o subirlas a las ramas de los árboles más cercanos, disparar gas pimienta en plena clase y cuanta travesura repudiaba antes, ahora se convierte en el único medio para reclamar a los demás su indiferencia.

“La encuesta Disposición de los docentes al desarrollo profesional, con una muestra de 3 mil 274 entrevistas a maestros de preescolar, primaria y secundaria de escuelas públicas y privadas del país, establece que mayor número de profesores lee textos de pedagogía y educación (29.2 por ciento) y también libros de superación personal (20.1 por ciento), mientras el género narrativo, como las novelas y los relatos cortos, no son de su interés (3.7 por ciento). El 54.8 por ciento nunca acude a la ópera, a la sinfónica o a la presentación de alguna danza clásica; 17.1 no va al cine ni al teatro; 62.1 lo hace a veces y 20.8 va con frecuencia. Sólo 15.6 por ciento acude con regularidad a museos, exposiciones y galerías, 18.9 por ciento nunca visita estos espacios y 65.5 lo hace en ocasiones”. No es por falta de gusto, no es por despreciar las expresiones artísticas y la cultura general, es que hasta el disfrute se vuelve poco accesible, no hay una política cultural congruente con las necesidades de nuestra numerosa población, se gasta para que las élites aparezcan en las páginas de sociales en eventos que desprecian y, a veces, ni se esfuerzan por entender, además, hay que recuperar las energías para enfrentar otro día, otra semana, otro mes, otro ciclo escolar.

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