sábado, 23 de noviembre de 2019

LAS OLAS


LAS OLAS
Joaquín Córdova Rivas

Sucedió el milagro. Otra vez un evento importante provocó la aparición de miles de expertos que sin saber nada del tema se ponen a pontificar como si el derecho a expresarse fuera una obligación y los barnizara de sabiduría instantánea. De repente se nos borra el disco duro y creemos que los procesos históricos son revanchas de un dios idiotizado por su propia vanidad y celoso de su incompetencia.

Es cierto que tomar distancia de lo sucedido en Bolivia para tener una mejor perspectiva puede resultar inútil por prematuro. Lo que está en juego no es menor, la pelea abierta por los pocos recursos naturales de un planeta devastado y con reservas agotadas, con minorías rapaces y por lo mismo inmunes a cualquier tipo de solidaridad real, se hace con mayor crudeza y crueldad.

Intentando salvar esas limitaciones vale la pena recurrir a textos que parecían advertir lo que estamos presenciando, con la ventaja de que lo escrito permanece, de que tiene el nombre de quien lo escribe y es posible investigar su confiabilidad y saber de primera mano la tendencia ideológica, que otros esconden mañosa y vergonzantemente, que guía sus argumentos. Esta es la voz del vicepresidente boliviano Álvaro Marcelo García Linera, quien prefiriera, como lo anunció desde el 15 de diciembre del 2016, no continuar en el cargo después de las elecciones de este 2019.

«¿Se imaginan si somos 450 millones de personas? Las mayores reservas de minerales, de litio, de agua, de gas, de petróleo, de agricultura. Nosotros podemos direccionar los procesos de mundialización de la economía continental. Solos, somos presas de la angurria y el abuso de empresas y países del Norte. Unidos, América Latina, vamos a poder pisar fuerte en el siglo XXI y marcar nuestro destino.
La derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo ha logrado, aprovechando alguna de estas debilidades. ¿Qué va a pasar, en qué momento estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos. Ni debemos ser pesimistas ante el futuro, ante estas batallas que vienen. Marx, en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas. Nunca imaginó un proceso ascendente, continuo, de revolución. Decía, la revolución se mueve por oleadas. Una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me atrevo a pensar que estamos ante el fin de la primera oleada. Y está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán años, pero está claro que como se trata de un proceso, habrá una segunda oleada, y lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé la segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada. [...] Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles es su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados, de los tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha de ustedes, desde abajo, desde los sindicatos, desde la universidad, de los barrios, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los 80, de los 90, de los 2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario.» Publicado el 1 de junio de 2016, disponible en: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/no-hay-revolucion-verdadera-sin-profunda-revolucion-cultural/

Con más de 500 años de colonialización corporal y espiritual, la discriminación y el desprecio por nuestras culturas originarias sigue vigente y asimilándose a un neoliberalismo individualista, alienante y profundamente corrupto. No nos pensamos si no es como apéndices ideológicos de lo que predican los “wasp” — White, Anglo-Saxon and Protestant, es el acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante»— aunque esos nos desprecien, discriminen y usen a su conveniencia.

«Estos sectores nunca se han tragado que un indígena esté gobernando. Antes no lo decían en tono alto, sino en la intimidad de sus cenas y reuniones. Ahora lo han hecho público. Sus escribanos visibilizan este malestar racial de quienes tenían en los blancos un capital social, de quienes hicieron de su piel, su vestimenta, sus modales, un capital. Le dimos un golpe muy duro al capital étnico. Lo devaluamos. Hubo entonces una reacción. Es normal. Lo sabíamos. Ellos nunca votaron por nosotros y nunca lo harán, la historia inscrita en su piel es más fuerte que las ideas. No me preocupan. Lo que me preocupa en este nuevo humor del tiempo histórico es la despolitización de las clases sociales, que las vuelve más permeables a otros referentes de construcción de opinión publica que ya no sean los sindicatos y las asambleas. Una población más despolitizada es también más permeable al discurso de los bloques racistas, que, entonces, comienzan a tener un mayor eco, una mayor recepción a sus prejuicios.» https://elpais.com/internacional/2016/12/15/america/1481827229_009239.html

La ola actual es un primer intento de descolonialización, de deshacerse de esos moldes importados que no ven por los demás, que no les importan los seres humanos si no es como objetos de explotación, por lo mismo es también una propuesta que se percibe como contrapuesta al capitalismo devastador vigente. En voz de Evo Morales Ayma puede sintetizarse así:

«El Vivir Bien como una forma de vida, de relacionamiento con la naturaleza, de complementariedad entre los pueblos es parte de la filosofía y la práctica de los Pueblos Indígenas. Asimismo, no sólo desnuda las causas estructurales de las crisis (alimenticia, climática, económica, energética) que vive nuestro planeta, sino que plantea una profunda crítica al sistema que está devorando a seres humanos y a la naturaleza: el sistema capitalista mundial. Mientras los Pueblos Indígenas proponen para el mundo el “Vivir Bien”, el capitalismo se basa en el “Vivir Mejor”. Las diferencias son claras: El vivir mejor significa vivir a costa del otro, explotando al otro, saqueando los recursos naturales, violando a la Madre Tierra, privatizando los servicios básicos; en cambio el Vivir Bien es vivir en solidaridad, en igualdad, en armonía, en complementariedad, en reciprocidad. En términos científicos, desde el marxismo, desde el leninismo dice: socialismo-capitalismo; y nosotros sencillamente decimos: el vivir bien y el vivir mejor.» Febrero de 2011, en: http://209.177.156.169/libreria_cm/archivos/pdf_268.pdf

Eso, y no otra cosa, es lo que está en juego en nuestro subcontinente, un modelo de desarrollo diferente, de solidaridad, de mirar por los otros porque somos parte de ellos, por pensar diferente deshaciéndonos y desnudando los intereses que nos empobrecen y excluyen, aunque prediquen lo contrario. Las olas seguirán llegando.

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