LAS
OLAS
Joaquín
Córdova Rivas
Sucedió
el milagro. Otra vez un evento importante provocó la aparición de miles de
expertos que sin saber nada del tema se ponen a pontificar como si el derecho a
expresarse fuera una obligación y los barnizara de sabiduría instantánea. De
repente se nos borra el disco duro y creemos que los procesos históricos son
revanchas de un dios idiotizado por su propia vanidad y celoso de su
incompetencia.
Es
cierto que tomar distancia de lo sucedido en Bolivia para tener una mejor
perspectiva puede resultar inútil por prematuro. Lo que está en juego no es
menor, la pelea abierta por los pocos recursos naturales de un planeta
devastado y con reservas agotadas, con minorías rapaces y por lo mismo inmunes
a cualquier tipo de solidaridad real, se hace con mayor crudeza y crueldad.
Intentando
salvar esas limitaciones vale la pena recurrir a textos que parecían advertir
lo que estamos presenciando, con la ventaja de que lo escrito permanece, de que
tiene el nombre de quien lo escribe y es posible investigar su confiabilidad y
saber de primera mano la tendencia ideológica, que otros esconden mañosa y vergonzantemente,
que guía sus argumentos. Esta es la voz del vicepresidente boliviano Álvaro
Marcelo García Linera, quien prefiriera, como lo anunció desde el 15 de
diciembre del 2016, no continuar en el cargo después de las elecciones de este 2019.
«¿Se
imaginan si somos 450 millones de personas? Las mayores reservas de minerales,
de litio, de agua, de gas, de petróleo, de agricultura. Nosotros podemos
direccionar los procesos de mundialización de la economía continental. Solos,
somos presas de la angurria y el abuso de empresas y países del Norte. Unidos,
América Latina, vamos a poder pisar fuerte en el siglo XXI y marcar nuestro
destino.
La
derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo ha logrado,
aprovechando alguna de estas debilidades. ¿Qué va a pasar, en qué momento
estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos. Ni debemos ser pesimistas
ante el futuro, ante estas batallas que vienen. Marx, en 1848, cuando analizaba
los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso
por oleadas. Nunca imaginó un proceso ascendente, continuo, de revolución.
Decía, la revolución se mueve por oleadas. Una oleada, otra oleada, y la segunda
oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me
atrevo a pensar que estamos ante el fin de la primera oleada. Y está viniendo
un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán años, pero está claro que como
se trata de un proceso, habrá una segunda oleada, y lo que tenemos que hacer es
prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué
fallamos, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé
la segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios
continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que lo
hicieron en la primera oleada. [...] Tocan tiempos difíciles, pero para un
revolucionario los tiempos difíciles es su aire. De eso vivimos, de los tiempos
difíciles, de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos
de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados, de
los tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha
sido la lucha de ustedes, desde abajo, desde los sindicatos, desde la
universidad, de los barrios, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No
ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el cuerpo las huellas y las
heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si hoy provisionalmente,
temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los 80, de los 90, de los
2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario.» Publicado el 1 de junio de
2016, disponible en: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/no-hay-revolucion-verdadera-sin-profunda-revolucion-cultural/
Con más de 500 años de colonialización corporal y
espiritual, la discriminación y el desprecio por nuestras culturas originarias
sigue vigente y asimilándose a un neoliberalismo individualista, alienante y
profundamente corrupto. No nos pensamos si no es como apéndices ideológicos de
lo que predican los “wasp” — White, Anglo-Saxon and Protestant, es el acrónimo
en inglés de «blanco, anglosajón y protestante»— aunque esos nos desprecien,
discriminen y usen a su conveniencia.
«Estos
sectores nunca se han tragado que un indígena esté gobernando. Antes no lo
decían en tono alto, sino en la intimidad de sus cenas y reuniones. Ahora lo
han hecho público. Sus escribanos visibilizan este malestar racial de quienes
tenían en los blancos un capital social, de quienes hicieron de su piel, su
vestimenta, sus modales, un capital. Le dimos un golpe muy duro al capital
étnico. Lo devaluamos. Hubo entonces una reacción. Es normal. Lo sabíamos.
Ellos nunca votaron por nosotros y nunca lo harán, la historia inscrita en su
piel es más fuerte que las ideas. No me preocupan. Lo que me preocupa en este
nuevo humor del tiempo histórico es la despolitización de las clases sociales,
que las vuelve más permeables a otros referentes de construcción de opinión
publica que ya no sean los sindicatos y las asambleas. Una población más
despolitizada es también más permeable al discurso de los bloques racistas,
que, entonces, comienzan a tener un mayor eco, una mayor recepción a sus
prejuicios.» https://elpais.com/internacional/2016/12/15/america/1481827229_009239.html
La
ola actual es un primer intento de descolonialización, de deshacerse de esos
moldes importados que no ven por los demás, que no les importan los seres
humanos si no es como objetos de explotación, por lo mismo es también una
propuesta que se percibe como contrapuesta al capitalismo devastador vigente.
En voz de Evo Morales Ayma puede sintetizarse así:
«El
Vivir Bien como una forma de vida, de relacionamiento con la naturaleza, de
complementariedad entre los pueblos es parte de la filosofía y la práctica de
los Pueblos Indígenas. Asimismo, no sólo desnuda las causas estructurales de
las crisis (alimenticia, climática, económica, energética) que vive nuestro
planeta, sino que plantea una profunda crítica al sistema que está devorando a
seres humanos y a la naturaleza: el sistema capitalista mundial. Mientras los
Pueblos Indígenas proponen para el mundo el “Vivir Bien”, el capitalismo se
basa en el “Vivir Mejor”. Las diferencias son claras: El vivir mejor significa
vivir a costa del otro, explotando al otro, saqueando los recursos naturales,
violando a la Madre Tierra, privatizando los servicios básicos; en cambio el
Vivir Bien es vivir en solidaridad, en igualdad, en armonía, en
complementariedad, en reciprocidad. En términos científicos, desde el marxismo,
desde el leninismo dice: socialismo-capitalismo; y nosotros sencillamente
decimos: el vivir bien y el vivir mejor.» Febrero de 2011, en: http://209.177.156.169/libreria_cm/archivos/pdf_268.pdf
Eso,
y no otra cosa, es lo que está en juego en nuestro subcontinente, un modelo de
desarrollo diferente, de solidaridad, de mirar por los otros porque somos parte
de ellos, por pensar diferente deshaciéndonos y desnudando los intereses que
nos empobrecen y excluyen, aunque prediquen lo contrario. Las olas seguirán
llegando.
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